NOTICIAS

Noticias de interés para sacerdotes y cristianos en general.

AVISO. Desde el 21 de julio de 2008, todas las noticias nuevas que se vayan produciendo aparecerán solamente en la página www.sacerdotesyseminaristas.org

domingo, 17 de febrero de 2008

La terrible duda del dolor fetal

ANNA GRAU. NUEVA YORK.

El 4 de abril de 2004 un tribunal de Nebraska citó a declarar al doctor Kanwaljeet Anand, investigador en la Universidad de Arkansas y pediatra en el Hospital Infantil de Little Rock. Se requería su testimonio en uno de los tres juicios federales que han cuestionado si era constitucional, en Estados Unidos, haber ilegalizado un tipo de aborto quirúrgico consistente en extraer por el cuello del útero un feto lo bastante avanzado como para que no se pueda sacar sin dilatar el cérvix.

Al doctor Anand los jueces sólo le preguntaron una cosa: si creía que el feto padecería. «Si es un feto de más de veinte semanas de gestación, yo creo que sí, y que además sería un dolor espantoso», dijo.

Experiencias dramáticas

Detrás de esta afirmación del doctor Anand hay toda una historia. Hace veinticinco años él trabajaba en una unidad de cuidados intensivos para neonatos. Cuando cualquiera de aquellos niños, la mayoría prematuros, tenía que pasar por el quirófano. A la vuelta parecía recién salido del infierno. Casi no respiraba ni tenía pulso y su aspecto era terrible. Tan terrible como lo que Anand acabó comprendiendo: que los operaban sin anestesia. En vivo. Se daba por hecho que aquellos bebés eran incapaces de sentir dolor «en serio», con lo cual los riesgos de la anestesia «no tenían sentido». Anand se empleó a fondo para demostrar que no era así. Gracias a él, hoy en día a cualquiera que intentara operar a un recién nacido sin anestesia se le consideraría un salvaje e iría derecho a la cárcel.

¿A partir de qué momento?

Desde entonces el debate sobre el dolor de los bebés ha saltado la barrera del nacimiento para convertirse en una apasionada discusión sobre si también sienten dolor los fetos. Y si lo sienten, a partir de qué momento. Anand es uno de los protagonistas -involuntario, como se verá, pero protagonista- de una polémica que interesa a todo el mundo en los Estados Unidos. Annie Murphy Paul, estudiosa del sufrimiento fetal y de cómo éste puede afectar al desarrollo del adulto, recordaba hace poco en «The New York Times» cómo acabó aquel juicio de Nebraska.

Los jueces se colapsaron, admitieron que «es imposible para nosotros decidir si un feto sufre dolor como los humanos sufrimos dolor» y buscaron otras excusas para ilegalizar aquellos polémicos abortos.

Un mes después se presentó un proyecto de ley para obligar a los médicos que aborten a anestesiar al feto y a prevenir de ello a las mujeres. Firmaba el proyecto de ley el senador republicano por Kansas Sam Brownback, que no hace mucho aún era pretendiente a la nominación presidencial para 2008. Cinco estados han hecho suya la ley que pedía Brownback: Arkansas, Georgia, Louisiana, Minnesota y Oklahoma. Sin llegar tan lejos, Alaska, Dakota del Sur y Texas han incluido menciones del dolor fetal en su material didáctico sobre el aborto.

Los primeros científicos que se preocuparon por el sufrimiento fetal no estaban pensando necesariamente en el aborto. Igual que el doctor Anand se conmovió con los padecimientos de los neonatos, Ray Paschall, un anestesista de Nashville, quedó traumatizado después de asistir a dos operaciones de cirugía prenatal en que la madre fue anestesiada pero no así el feto.

Paschall quedó sobrecogido al ver aquella minúscula figura retorciéndose al contacto del bisturí. «Me da igual lo primitiva que sea, es una reacción humana y no quiero volver a verla nunca más», sentenció. Y pasó a elevar enormemente las dosis de anestésico para que alcanzara al feto. No volvió a ver aquello nunca más.

Avances a gritos

La ciencia siempre avanza un poco a ciegas. En este caso, también a gritos. Desde que surgieron las primeras alertas sobre la posibilidad de dolor fetal, se disparó también la controversia. Stuart Derbyshire, eminente psicólogo de la universidad británica de Birmingham, es de los que tercian para negar enérgicamente que un feto disponga de la madurez sensitiva, nerviosa y cerebral suficiente para experimentar dolor.

En su día Derbyshire llegó a afirmar que para que esta madurez se desarrolle, un niño tiene que haber nacido...¡hace un año! No le gusta que le recuerden esta frase. Cuando ABC lo hace, y le pregunta qué diría ahora, admite que eso es «delicad» y fija la nueva primera frontera del dolor en algún punto entre los dos y los cuatro meses, «que es cuando emerge la memoria de representación en el córtex cerebral frontal que permite percibir y pensar que se está sintiendo dolor».

No todo el mundo lo tiene tan claro. Están por ejemplo los experimentos de Bjorn Merker, un neurocientífico sueco que demostró que cinco niños nacidos sin córtex cerebral eran capaces de tener consciencia.

Esto cuestionaba toda la tradición científica de dar por hecho que la sensibilidad depende de esta parte del cerebro. Lo cual puede llevar incluso a inquirir si es tan indolora como parece la muerte de un paciente en estado vegetativo cuando se le desconecta de la máquina, como fue el célebre caso de Terri Schiavo, también en Estados Unidos.

Stuart Derbyshire insiste en que para cuajar una sensación de dolor hace falta un nivel de experiencia y de conocimiento del que el feto simplemente carece, o esa es por lo menos la idea más extendida. Recuerda que Descartes ya demostró que «meramente porque la luz dé en el ojo no hay visión, si detrás de ese ojo no hay un cerebro dispuesto a interpretar el estímulo». En su opinión al feto le faltan mecanismos para «organizar» sus sensaciones hasta el nivel de sentir nada.

¿Y si todo se redujera a un debate semántico? ¿Está en discusión si un feto sufre como nosotros, o simplemente si sufre? Derbyshire insiste en que el feto no es que carezca de lenguaje o de métodos de expresar el dolor, sino de mera asimilación del mismo. El mismo Anand matiza que no estamos hablando de un sufrimiento sostenido como el que caracteriza a una criatura formada y capaz de comprender por qué padece. Es otra cosa.

Cirugía experimental

Pero esa otra cosa puede ser determinante en un debate capital como el del aborto. Sus defensores sostienen que el sufrimiento fetal es un fantasma agitado para culpabilizar a las mujeres que abortan y hasta para imposibilitar que lo hagan: sedar a los fetos es por ahora cirugía experimental que no está al alcance de una clínica cualquiera.

Entonces, hay quien primero decide si está a favor o en contra del aborto, y sólo después, si está dispuesto o no a investigar si existe el dolor fetal. Algo que alarma al propio Stuart Derbyshire, que pide que por favor a él no le líen: «Aunque no haya dolor fetal, esto no resuelve la cuestión de si el aborto debe ser legal o no».

No hay comentarios: