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martes, 12 de febrero de 2008

El Papa responde al desaliento de padres y profesores ante desafíos de la


VATICANO, 23 Ene. 08 (ACI).-En una carta del Papa dirigida a la diócesis y a
la ciudad de Roma sobre la tarea urgente de la educación, el Papa Benedicto
XVI pasa revista a los problemas más agudos de la educación, especialmente
la transmisión de valores, y propone alternativas para responder a la
creciente desesperanza de padres y profesores.

En la carta, fechada el 21 de enero, el Pontífice afirma que la educación
"parece ser cada vez más difícil. Por eso, se habla de una gran 'emergencia
educativa', debido a que a menudo nuestros esfuerzos por formar personas
sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a la propia
vida terminan en fracasos".

Por otra parte, "se habla de una 'fractura entre las generaciones', que
ciertamente existe y pesa, pero que es el efecto, más que la causa, de la
falta de transmisión de certezas y de valores", agrega.

El Papa escribe que entre los padres y profesores existe "la tentación de
renunciar" a la educación "y sobre todo el riesgo de no comprender ni
siquiera cuál es su papel. En realidad, existe una mentalidad y una forma de
cultura que llevan a dudar del valor de la persona humana, del significado
mismo de la verdad y del bien, y en último término, de la bondad de la
vida".

Frente a todas estas dificultades, "que no son insuperables", añade el Santo
Padre, "¡no temáis!". "Los valores más grandes del pasado no pueden ser
simplemente heredados; debemos hacerlos propios y renovarlos a través de una
decisión personal, que a menudo es costosa".

"Sin embargo, cuando se tambalean los fundamentos y faltan las certezas
esenciales, aquellos valores se necesitan de modo urgente. Concretamente,
hoy aumenta la exigencia de una educación que sea realmente tal". La piden
los padres, tantos profesores, "la sociedad en su conjunto, los mismos
chicos y jóvenes, que no quieren que se les abandone frente a los desafíos
de la vida", escribe el Santo Padre.

Tras poner de relieve que "puede ser útil individuar algunas exigencias
comunes de una auténtica educación", Benedicto XVI señala que "ésta tiene
sobre todo necesidad de aquella cercanía y de aquella confianza que nacen
del amor".

"Sería, por tanto, pobre una educación que se limitase a dar nociones e
informaciones, pero que dejase a un lado la gran cuestión acerca de la
verdad, sobre todo aquella verdad que puede guiar nuestra vida".

El Papa afirma que el punto más delicado de la tarea educativa es "encontrar
un justo equilibrio entre la libertad y la disciplina", y explica que "la
relación educativa es ante todo el encuentro entre dos libertades y la
educación lograda es una formación al uso correcto de la libertad".

"Debemos aceptar el riesgo de la libertad, permaneciendo siempre atentos a
ayudar a los jóvenes a corregir ideas o decisiones equivocadas", agrega.

"La educación no puede prescindir del prestigio que hace creíble el
ejercicio de la autoridad, que se conquista sobre todo con la coherencia de
la propia vida", escribe el Santo Padre, subrayando a continuación cómo es
"decisivo el sentido de responsabilidad, en primer lugar personal, si bien
hay una responsabilidad que todos compartimos".

En este sentido, Benedicto XVI observa que "la orientación general de la
sociedad en que vivimos y la imagen que transmite a través de los medios de
comunicación ejercen un gran influjo en la formación de las nuevas
generaciones, para bien pero a menudo también para mal", y recuerda que "la
sociedad no es, sin embargo, una abstracción; la formamos nosotros".

Por último, el Santo Padre se refiere al tema de su última encíclica, la
esperanza, como "alma de la educación" y señala que "hoy nuestra esperanza
se ve amenazada por distintas partes y corremos el peligro de convertirnos,
como los antiguos paganos, en seres humanos 'sin esperanza y sin Dios en
este mundo'".

"En las raíces de la educación hay una crisis de confianza en la vida. La
esperanza que apunta a Dios no es nunca esperanza solo para sí mismo, es
siempre esperanza para los demás: no nos aísla, sino que nos hace solidarios
en el bien, nos estimula a educarnos recíprocamente en la verdad y el amor",
concluye la carta.

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