Tomado de abc.es
J. V. BOO CORRESPONSAL
ROMA. La sonrisa dulce de Chiara Lubich, una mujer excepcional del siglo XX y una de las grandes fundadoras de los nuevos movimientos, se apagó en la madrugada de ayer viernes en su residencia cercana a la casa central de los Focolares en Roma. El Papa, que le había escrito tan sólo unos días antes, recibió la noticia con profundo dolor y rindió homenaje a «las maravillas que Dios ha realizado a través de su ardor misionero».
El telegrama de Benedicto XVI al sacerdote Oreste Basso, copresidente del movimiento de los Focolares, invita a todos los miembros a «seguir sus huellas y mantener vivo el carisma» de una mujer que dedicó su vida «al amor del Jesús abandonado» y a «escuchar las necesidades del hombre».
Desaparece a los 88 años
Chiara Lubich, que tenía 88 años, falleció a causa de una insuficiencia respiratoria que obligó a internarla en el hospital Gemelli. El pasado martes, todavía en pleno uso de sus facultades, pidió que la llevasen de nuevo a su casa en vista de que los médicos constataban que ya no respondía a ningún tratamiento.
La fundadora del movimiento de los Focolares, conocido formalmente como la Obra de María, nació en Trento en 1920 y se llamaba Silvia Lubich, pero cambio su nombre a Chiara en homenaje a Santa Clara de Asís, hermana de San Francisco. Chiara descubrió su vocación a los 19 años durante un encuentro de jóvenes en el santuario de Loreto, que conserva la casa de José y María en Nazaret, trasladada primero a Rijeka en Croacia y después a Recanati en Italia para ponerla a salvo como otras reliquias de los Santos Lugares.
Inspirándose en ese hogar de la Sagrada Familia fundó el movimiento de los Focolari, «Hogares» en el sentido etimológico de la llama doméstica, que hoy cuenta con más de dos millones de seguidores en 182 países y se caracteriza por la espiritualidad familiar, la ayuda al prójimo y el diálogo ecuménico e interreligioso basado en la caridad.
En 1943, Chiara Lubich se consagró privadamente a Dios y comenzó a extender su espiritualidad entre sus amigas. El movimiento recibió la aprobación del obispo de Trento en 1947 y el reconocimiento internacional del Vaticano en 1962.
Una mujer por el diálogo
Entre los últimos personajes que acudieron a visitarla en el Hospital Gemelli se cuenta el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartholomaios I, quien le agradeció sus esfuerzos por acercar las Iglesias católica y ortodoxa desde que, hace cuarenta años, esta mujer dulce y determinada inició sus contactos con el entonces Patriarca Athenágoras I. Aunque mantenía una actitud discreta, Chiara era una gran figura de la Iglesia pues Juan Pablo II la nombró observadora en cuatro Sínodos de Obispos y consejera del Consejo Pontificio de los Laicos, del que dependen los movimientos y las nuevas comunidades.
Los funerales por la fundadora de los Focolares se celebrarán el próximo martes en la Basílica Papal de San Pablo Extramuros, presididos por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
ROMA. La sonrisa dulce de Chiara Lubich, una mujer excepcional del siglo XX y una de las grandes fundadoras de los nuevos movimientos, se apagó en la madrugada de ayer viernes en su residencia cercana a la casa central de los Focolares en Roma. El Papa, que le había escrito tan sólo unos días antes, recibió la noticia con profundo dolor y rindió homenaje a «las maravillas que Dios ha realizado a través de su ardor misionero».
El telegrama de Benedicto XVI al sacerdote Oreste Basso, copresidente del movimiento de los Focolares, invita a todos los miembros a «seguir sus huellas y mantener vivo el carisma» de una mujer que dedicó su vida «al amor del Jesús abandonado» y a «escuchar las necesidades del hombre».
Desaparece a los 88 años
Chiara Lubich, que tenía 88 años, falleció a causa de una insuficiencia respiratoria que obligó a internarla en el hospital Gemelli. El pasado martes, todavía en pleno uso de sus facultades, pidió que la llevasen de nuevo a su casa en vista de que los médicos constataban que ya no respondía a ningún tratamiento.
La fundadora del movimiento de los Focolares, conocido formalmente como la Obra de María, nació en Trento en 1920 y se llamaba Silvia Lubich, pero cambio su nombre a Chiara en homenaje a Santa Clara de Asís, hermana de San Francisco. Chiara descubrió su vocación a los 19 años durante un encuentro de jóvenes en el santuario de Loreto, que conserva la casa de José y María en Nazaret, trasladada primero a Rijeka en Croacia y después a Recanati en Italia para ponerla a salvo como otras reliquias de los Santos Lugares.
Inspirándose en ese hogar de la Sagrada Familia fundó el movimiento de los Focolari, «Hogares» en el sentido etimológico de la llama doméstica, que hoy cuenta con más de dos millones de seguidores en 182 países y se caracteriza por la espiritualidad familiar, la ayuda al prójimo y el diálogo ecuménico e interreligioso basado en la caridad.
En 1943, Chiara Lubich se consagró privadamente a Dios y comenzó a extender su espiritualidad entre sus amigas. El movimiento recibió la aprobación del obispo de Trento en 1947 y el reconocimiento internacional del Vaticano en 1962.
Una mujer por el diálogo
Entre los últimos personajes que acudieron a visitarla en el Hospital Gemelli se cuenta el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartholomaios I, quien le agradeció sus esfuerzos por acercar las Iglesias católica y ortodoxa desde que, hace cuarenta años, esta mujer dulce y determinada inició sus contactos con el entonces Patriarca Athenágoras I. Aunque mantenía una actitud discreta, Chiara era una gran figura de la Iglesia pues Juan Pablo II la nombró observadora en cuatro Sínodos de Obispos y consejera del Consejo Pontificio de los Laicos, del que dependen los movimientos y las nuevas comunidades.
Los funerales por la fundadora de los Focolares se celebrarán el próximo martes en la Basílica Papal de San Pablo Extramuros, presididos por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
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